Tejiendo relatos. «Señor X», por Roberto Muñoz

Tejiendo relatos. «Señor X», por Roberto Muñoz

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    El señor X

    El señor X observa desde la ventana de su casa. La idea poco a poco le va rondando la cabeza. Observa el comportamiento de las personas en general. Obviamente dejan mucho que desear. Un rebaño más. Eso es lo que son. Fácilmente alterables, vulnerables. Algunos piensas que son inteligentes por leer tres librillos que lideran las listas de ventas, por tener el coche más caro aparcado en la puerta de sus casas, por tener la casa más grande y la ropa más cara. Ostentación. Eso es lo que se valora aquí. Tener y tener. Pasear a la guapa de turno en tu coche para que los demás la vean. Exhibir tu trofeo. Amar con los ojos, no con el corazón. En eso se transformó el amor, en aparentar.

    El señor X sí sabe lo que es el amor. Perder el amor. Llorar el amor hasta que no puedas sentir más dolor. Pensabas que todos los días serían como cuando estabas con ella. Pensabas que la vida sería bonita y alegre. Grave error. Pensabas que soportarías un trabajo de mierda de 10 horas diarias, pero te compensaría, ya que a la noche, ella estaría contigo. Hablaríais, os abrazaríais, reiríais, os besaríais. Haríais el amor y sentirías que este era el camino correcto. La vida te putea en cuanto tenga ocasión. No le importa nada, lo que pienses, lo bueno o malo que seas. Hace lo que tiene que hacer. No le busques un sentido. No lo tiene. Su amiga muerte se llevó a la persona que más amaba. Sin avisar. Sin despedidas. Accidente de tráfico lo llaman. Pasas de besarla a enterrarla y de enterrarla a visitarla en el cementerio. Así es la vida de puta.

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    Ahora el señor X observa a las parejas. Observa lo que ellos llaman amor. Claro que el señor X piensa que nadie puede saber de amor si no perdió lo que más quería. Gente en masa sin saber la suerte que tienen al poder hacer una vida normal y predecible como la que el señor X tenía antes. Ya solamente respira. No vive. Ni duerme. Cada vez que cierra los ojos ve a su amada sonreír y esto lo está reventando por dentro. Su voz no deja de sonar en su cabeza. Recuerdos. Algunos ciertos y otros inventados. Fantasía. Es el único modo de retenerla de algún modo. Estar sin estar. Así será siempre sin ella. Vida sin vida.

    Cinco años han pasado desde aquel momento. Las palabras no consiguen nada con el señor X. Comprueba algo que siempre pensó, y es que el tiempo no calmará ningún dolor. El tiempo hace más dolorosa la situación porque el tiempo ya no es tiempo.

    Pero hay algo que el señor X puede hacer como homenaje a su amada. La primera chispa de esa idea la vio en el periódico al reconocer al hombre que mató a su esposa. Era un gran empresario, siempre vestido de traje y corbata, bien peinado y con un gran trabajo. Según su versión en el juicio, fue ella quien se abalanzó sobre el coche en un paso de peatones impactando contra él. Varios testigos a favor de esta versión hicieron del juicio un espectáculo lamentable para el señor X. El dinero hace que las personas se vendan y resulten manejables. Gente que tiene hijos, facturas, casas, coches. Todos tenemos un precio. Una buena suma de dinero por hablar como testigos y falsear la verdad. Todo es mucho más fácil si eres rico. El dinero es el arma más poderosa. Si eres rico puedes comprar personas, policías, jueces… No importa lo que está bien o lo que está mal, el dinero manda. Así que si por si fuera poco la muerte de su amada, el asesino de su mujer saldría libre y sin cargos.

    Así es la vida de puta. Pero hay algo que no puede parar el dinero.

    La muerte. Es fácil quitar una vida. Sin avisos, sin despedidas, tal como hicieron con su amada.

    El señor X piensa que la muerte de Don dinero aliviará su dolor. Se equivoca. Noche tras noche lo va pensando mejor, piensa que si lo mata, el señor Don dinero no tendrá que sufrir lo que el señor X sufre cada segundo de su vida. Si lo mata, no respirará, por lo tanto sería hasta un favor hacia Don dinero, y él no quiere eso, él quiere que viva lo que él vive. Así que comienza a trazar un plan. Tiempo es lo único que le queda. Todo el tiempo del mundo para hacer sufrir a Don dinero. Un nuevo sentido para su vida, un propósito, una meta. Un fin.

    El señor X ha ido perfeccionando su imagen a base de gimnasio. Sabe que la imagen es otra de las grandes armas de la sociedad actual. Sabe que ser guapo le abrirá las puertas hacia el trabajo que quiere conseguir. Poco a poco se hace visible para sus compañeras de gimnasio, las cuales quieren follárselo como perras hambrientas. Casadas, divorciadas, viudas, pijas… Todas quieren la polla del señor X. El señor X sabe lo que tiene que hacer, sabe a qué palo pegarse, sabe que la Señora pija es la mujer de Don dinero. No le fue muy difícil encontrar perfiles en redes sociales y averiguar dónde podría encontrarla.

    El señor X le dice lo que ella quiere escuchar, y en menos de 24 horas están follando en la cama de la señora pija. Mientras se la mete por el culo recuerda una frase que vio en una de sus películas favoritas y que venía a decir que las pijas con dinero son las chicas más guarras que hay. El señor X puede decir que tenían razón. Toda forma parte del plan. Van quedando varias veces a la semana y la señora pija siempre le cuenta lo que a su marido Don dinero no le dice. Todo. El gran problema de estas mujeres casadas y ricas es,  que sus maridos siempre empresarios importantes,  no suelen estar por casa, son como fantasmas que traen el sueldo al hogar, comen, follan y hacen como que se quieren. Ella sabe perfectamente que más de la mitad de sus viajes por el país y el extranjeros viene acompañado de putas y sexo salvaje para Don dinero. Pero qué más da, ella es rica y puede tener siempre lo que quiera.

    Así que el señor X obtiene un puesto de prestigio sirviendo copas para personas que la sociedad catalogaría como importantes. Ya se sabe lo que suele pasar con el alcohol. Hace decir la verdad. Es asqueroso lo que el señor X tiene que escuchar entre sonrisas de esta gente. Varias historias contadas con normalidad sobre niños a los que se follan. Cargos del estado comprados. Canales de televisión bajo sus dominios. Prensa. Todo lo tienen dominado, al menos esa es la impresión que transmiten y presumen de ello. Pero no cuentan con el señor X. Nadie de estas personas puede reconocerlo debido al cambio físico tan grande que ha experimentado. Va subiendo poco a poco en su cargo gracias a ser el amante de la señora pija. Va esperando su oportunidad. Y como todo en la vida, llega.

    Se trata de la comunión de la hija de los señores Don dinero y pija. Será un gran banquete en un jardín de una gran mansión, y por supuesto el señor X se encargará de las bebidas de la fiesta.

    Le resulta demasiado fácil buscar en la red. Pone lo que quiere y lo encuentra, no hay límites en internet, todo puede pedirlo sin estar físicamente presente. Así que prepara todo fríamente y espera con ansia el esperado día que le dé sentido a todo esto.

    Se pone su ropa para la ocasión y se guarda en un bolsillo una foto de su amada. La fiesta transcurre sin más hasta que empiezan a escucharse gritos. Todo el mundo se altera al ver a varias personas sangrar por la boca. Todo esto es producto de las cuchillas que el señor X introdujo en el interior de la mayoría de la comida. Los vestidos de cientos de euros blancos empiezan a tornarse en rojo. El miedo y el pánico entran en acción. Algunas personas caen al suelo con la lengua totalmente cortada. Poco a poco se va dando la voz de alarma y todo el mundo deja de comer. Los servicios sanitarios hacen acto de presencia en pocos minutos. Don dinero y la señora pija están en una mesa aparte y le hacen un gesto al señor X para que valla y les cuente que ha pasado.

    Esto es un auténtico desastre dice Don dinero. Tráenos una copa de algo fuerte por favor. El señor X obedece, se da media vuelta y desaparece por la puerta. En 5 minutos está de vuelta con sus copas. Ellos beben y miran con incredulidad como la fiesta de su hija se ha convertido en lo más parecido a la fiesta de fin de curso de Carrie.

    El señor X saca un largo cuchillo de su bolsillo y se lo clava a la pequeña que celebra la comunión en el centro de la garganta. Es tan fácil quitar una vida, piensa mientras la niña se pone las manos en la herida abierta, de poco sirve,  ya que cae desplomada al suelo. Ni Jesucristo podría hacerla revivir. Sonríe el señor X y saca la foto de su amada y la deja caer sobre el cuerpo de la joven, avanza hacia Don dinero que permanece junto a la señora pija, la cual está vomitando tras presenciar la escena. Estaba embarazada. Usted la atropelló y ni siquiera se paró para socorrerla. Estaba embarazada. Mi hija se fue con ella por su culpa. Se las llevó a las dos, para siempre. Tras estas palabras el señor X acerca el objeto cortante a su garganta y se suicida. Mientras lo hace sonríe, piensa en su amada, pronto se verán de nuevo y su misión se ha cumplido.

    Los periódicos nacionales abren sus portadas con este suceso. Un perturbado se escapa de una clínica mental y mata a la hija de gran empresario.

    Dos días después los periódicos abren de nuevo sus portadas con este caso y su continuación. En el artículo en páginas interiores, se puede leer la crónica de la casi muerte de don dinero y señora pija, se dice que fueron encontrados en su salón cortándose la cara poco a poco, uno al otro, entre sonrisas y risas, y que los cachos del cuerpo que se iban arrancando se los daban al perro. Se cortaron poco a poco los ojos, la nariz, la boca, las manos, los pezones, el pene, el clítoris, todo mientras no paraban de reír. Por lo visto, permanecen ingresados en el hospital y su pronóstico es reservado .Alguien los envenenó con algún extraño componente nuevo en el mercado. Un producto que hace efecto a las 48 horas. Alguien debió ponerlo sobre sus copas. Así es la vida de puta.

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     Relato cedido a T.E.M por Roberto Muñoz Villodres. (Derechos reservados por el autor)

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    Bibliografía ►
    El pensante.com (septiembre 25, 2011). Tejiendo relatos. «Señor X», por Roberto Muñoz. Recuperado de https://elpensante.com/tejiendo-relatos-senor-x-por-roberto-munoz/